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martes, 14 de agosto de 2012

Los momentos más emotivos de Londres 2012


Los momentos más emotivos de Londres 2012

Londres 2012, Juegos Olímpicos
ANGEL HUGO PILARES (@angelhugo)
Redacción online

La llama olímpica no se apaga. Aunque acaben los juegos, cada uno de estos momentos nos demostrará que el fuego que arde en los corazones de los atletas está presente aunque Londres 2012 haya terminado. Estos son los diez momentos más emotivos de una competencia en la que no solo gana el mejor, sino aquel que tenga mejor corazón.
Mamá por siempre. El 2010, la ciclista estadounidense Kristin Armstrong dio a luz a un niño rubio cuyo nacimiento también significó su retiro del mundo de los pedales. Sus pasitos se sintieron en la villa olímpica tiempo después, cuando esta madre coraje ganó la prueba contra reloj luego de más de dos años de ausencia. En el festejo estuvo el pequeño Lucas, a quien Kristin cargó mientras recibía la medalla olímpica para que quede claro que lo hizo por él.
El hombre que corre en un pie. Liu Xiang, el campeón de los 110 metros con vallas de Atenas 2004 había fallado en Beijing por una lesión. Quería reivindicarse en Londres pero encontró una piedra enorme en su camino. O una valla. En el primer salto se tropezó con una y quedó lesionado de la pierna derecha. Iba camino a la enfermería cuando se dio cuenta que no podía terminar de esa forma, así que regresó a la pista y, saltando en un pie, pasó al lado de los obstáculos antes de besar el último y cruzar la meta, donde fue recibido por sus contrincantes como lo que es: un campeón.
Querer es poder. Óscar Pistorius nación sin peronés y le amputaron las piernas a los once meses. Con un par de prótesis fue el mejor atleta de los Juegos Paralímpicos, pero él quería más: peleó con la federación internacional, que decía que sus prótesis eran una ventaja, para que le dieran la posibilidad de competir en Beijing y quedó fuera porque no logró la marca mínima. Para Londres, lo consiguió. Y fue parte del equipo sudafricano que llegó a la semifinal. Aunque él ya merece una medalla.
Espada de oro. El primer oro olímpico en la historia venezolana lo obtuvo un tipo que a los 12 años se lesionó al caer de un skate. Eso obligó a Rubén Limardo a dejar el florete por la espada y a aprender a usar la mano izquierda. Sus declaraciones post medalla lo dicen todo acerca del sacrificio: “Durante cuatro años, mientras mi entrenador estaba en Polonia, entrené solo en Venezuela con las lecciones que me mandaba él por Internet. Practiqué en pasillos y durante las primeras competiciones comíamos pan y jamón en las carreteras. Pero al final esto es lo que vale. El que no se sacrifica no se lo merece”. Hoy tiene una réplica de la espada de Bolívar.
El valor de una promesa. Una mañana cálida de Beijing 2008, Félix Sánchez se enteró de que su abuela había muerto. Corrió fatal los 400 metros con vallas y no pudo revalidar el título que había obtenido el 2004. En Londres, este dominicano criado en el Bronx se despertó junto a la foto de su abuela que había abrazado toda la noche mientras repetía la promesa de llegar primero. Lo cumplió y lloró.
Regreso con gloria. El argelino Taoufik Makhloufi tenía una revancha con los 1.500 metros. Había fallado en el mundial de Daegu. Su obsesión lo llevó a abandonar los 800 metros de Londres porque si llegaba a la semifinal habría tenido solo 75 minutos para recuperarse y correr su competencia favorita. Los jueces lo declararon culpable de tener poco espíritu olímpico y lo expulsaron. Adujo una lesión y lo readmitieron, aunque todos lo veían con cara de sospechoso. Él fue culpable de correr los 1.500 como si huyera de la Policía.
La ardilla voladora. Si alguna mente obtusa piensa aún que la gimnasia olímpica es un deporte de gente rubia y de ojos azules, es porque no ha visto a la pequeña Gabrielle Douglas en acción. Ella, con su 1,50 de estatura se ha convertido en la primera afrodescendiente en ganar la gimnasia olímpica y lo hizo con honores: no solo es medalla de oro individual, sino también por equipos. Hizo un puntaje de 62.232 y recibió casi entre lágrimas su medalla. Tiene solo 16 años. Y es la más grande de todas.
La medalla de la virgen. No iba como favorita, pero la fe es grande. Meseret Defar se persignó antes de partir como una gacela en los 5 mil metros y arrancó a correr como si la vida se le fuera en ello. Llegó primera, venció a su compatriota y rival de siempre Tirunesh Dibaba y puso la mano en su pecho para sacar un papel. No era ningún mensaje, solo una estampa de la virgen a la cual rezó para agradecer los favores concedidos. Y se lo mostró al mundo.
Los cien metros del rayo. Esta vez no fue tan fácil como antes. Si ven los 9,63 segundos con atención, verán que arranca más lento que de costumbre y que no sobrepara para festejar antes de tiempo, como en Beijing. Aún así,Usain Bolt quebró el récord olímpico y se lo gritó al mundo. En tiempos de Twitter, donde los mensajes son rápidos, él sabe cómo mantenernos en vilo durante menos de diez segundos (y lo que dura su celebración).
Amigo a prueba de todo. La leyenda de Michael Phelps ha sabido dejar atrás aquella fotografía en la que aparecía fumando marihuana, para terminar convirtiéndose en un histórico del deporte mundial amparado en su dieta de 10 mil calorías y su cuerpo superdotado. Pero pese a ello, no pudo conseguir el oro en los 400 metros combinados que sí logró su amigo Ryan Lochte. Suficiente para que el “Tiburón de Baltimore” se sienta feliz. Porque le encanta nadar contra el que también es su compañero de equipo. Aunque este perdió en la posta contra los franceses, Phelps estuvo ahí siempre, dándole ánimos.

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